Está Zaragoza que da gusto. Levamos seis años sin ver nevar
aquí, aunque sea por unas horas, aunque el tiempo sigue con sus rachas
esporádicas de viento huracanado, sus cambios bruscos de temperatura y de luz,
que si ahora nubarrones, que si ahora sol radiante y como tengas que andar de
cara no ves ni los semáforos. Añádase la tradicional prisa y mala leche con la
que van los viandantes en general a según qué horas. Con esta sociología local,
lo más mejor que podía pasar (es
ironía, of course) era una huelga de
autobuses que dura ya 80 días.
Los conductores insisten en que les han engañado, que iban a
volver a aplicar convenios previos a la crisis (subidas salariales del 5 por
ciento o más) y la empresa que eso no puede ser. Los conductores piden al ayuntamiento
que municipalice la empresa, es decir, que los convierta en funcionarios.
Como
el ayuntamiento es de una tendencia que parece más próxima a apoyar las
reivindicaciones de los trabajadores… dejando a un lado gominas y viajes de representación y esas cosas
que tanta controversia están generando, claro. Y el ayuntamiento va de que está con ellos,
hasta el punto de permitirles seguir indefinidamente con unos servicios mínimos
del 33% (para espanto del resto de grupos del Pleno, que han exigido que se
suba al 50%). Ahora, de plantear la municipalización de Auzsa, pues oyes, que
eso es un marrón y el ayuntamiento tiene una deuda considerable por aquello de
la Expo y el tranvía. Comprensible, de todas formas, que no accedan.
El sábado 20 de febrero hubo una manifestación en la plaza del Pilar
reivindicando el fin de la huelga. Se pudo comprobar un clásico: que la gente
protesta mucho pero hace muy poco. Acudieron cincuenta personas, casi todas de
avanzada edad, las que están más mosqueadas con esta huelga, como es lógico.
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